PIEL DESHIDRATADA

La piel deshidratada es aquella que pierde agua de forma excesiva. La piel es una barrera vital que mantiene la hidratación, evitando la pérdida excesiva de agua y protegiendo contra factores ambientales. La deshidratación cutánea se produce cuando esta barrera se ve comprometida, resultando en una pérdida de agua transepidérmica. Este artículo explora la importancia de mantener niveles adecuados de hidratación, detallando los beneficios para la función barrera, la apariencia estética y la prevención de problemas dermatológicos. La comprensión de estos aspectos subraya la necesidad de prácticas de cuidado de la piel que fomenten la hidratación para mantener la integridad y vitalidad de nuestro órgano más extenso.

La deshidratación cutánea se caracteriza por sequedad en la piel, por una pérdida de esplendor, por una sensación de ardor, comezón y persistente de tirantez, sobre todo después del aseo. La epidermis y sobre todo la capa cornea sufren la falta de agua, esto suele ser temporal y puede afectar todos los tipos de pieles, provocando que la piel se sienta tirante, acartonada o rugosa o incluso puede ocasionar descamación. La Medición de la pérdida transepidérmica de agua (PTEA)

 

Se define la pérdida transepidérmica de agua como una pérdida insensible de agua a través de la piel diferente a la perspiración activa, como tal se considera un indicador razonablemente sensible de la función de la barrera cutánea en los estudios de permeabilidad tanto en vivo como in vitro. Existen varios métodos para determinar la PTEA entre ellos están los métodos gravimétricos, las determinaciones de células cerradas, el método célula abierto y la evaporimétrica.

ESTRUCTURA DE LA PIEL

La piel consta de tres capas bien diferenciadas: la epidermis, la dermis y la hipodermis.Está constituida por varias capas de células llamadas queratocitos, dispuestas unas encima de otras como ladrillos constituyendo una barrera impermeable para casi todas las sustancias. Se regenera cada dos meses y su función es mantener la piel hidratada, así como protegernos de la radiación solar.

 

La epidermis, a su vez, está constituida por las siguientes capas: estrato basal, estrato mucoso de Malpigui, estrato granuloso, estrato lucídico y estrato córneo.

 

La dermis forma la mayor proporción de la piel y constituye el verdadero soporte de este órgano. Aquí las células no se encuentran superpuestas en capas como sucede en la epidermis, sino que forman un complejo sistema de fibras entrelazadas, embebidas de una sustancia denominada «sustancia fundamental». Los tipos de fibras que constituyen el armazón de la dermis y que aportan la tersura, la flexibilidad y la elasticidad características de la piel son:

Son el principal componente de la dermis y las que aportan resistencia y firmeza a la estructura de las células que forman nuestra piel.

Aunque más escasas que las anteriores, tienen su importancia, pues son las responsables de la elasticidad de la piel.

Son muy escasas y se disponen alrededor de los anejos (pelos, uñas, glándulas) y de los vasos sanguíneos.

La capa córnea es la capa más externa de la epidermis y está en contacto con el exterior. La forman células muertas que constituyen el último paso en la evolución de las células que nacieron en la capa basal. Se encuentra en constante descamación, aunque en condiciones normales este fenómeno es imperceptible. Así nuestra piel se renueva constantemente. Esta capa aparece en toda la piel, excepto en las mucosas (o sea, labios, vulva, boca, etc.). Su función principal es proteger la piel de la deshidratación, de la radiación solar, así como de factores físicos y químicos externos. Esta capa más superficial de la piel está compuesta por un 10-12% de agua, además de queratina, lípidos y otros componentes. Esta primera barrera de protección necesita este líquido para estar en perfectas condiciones. Cuando le falta en exceso, el cutis se vuelve más sensible, delicado y vulnerable frente a las agresiones externas, algo que, a la larga, afecta a su apariencia.

Los lípidos epidérmicos son los responsables de fijar la humedad y crear una barrera a la permeabilidad de la piel, ayudando a prevenir la penetración de bacterias y de virus a través de la superficie de la piel.

Los lípidos epidérmicos son los responsables de fijar la humedad y crear una barrera a la permeabilidad de la piel, ayudando a prevenir la penetración de bacterias y de virus a través de la superficie de la piel.

La película hidrolipídica es una emulsión de agua y lípidos (grasas) que cubre la superficie de la piel y actúa como barrera complementaria frente a las toxinas.  El manto ácido, la parte acuosa de la película hidrolipídica, da a la piel su pH ligeramente ácido, el entorno perfecto para que prosperen los microorganismos amigos de la piel, flora dérmica, y para que los microorganismos perjudiciales sean destruidos.

La sequedad cutánea es uno de los signos más evidentes de la piel deshidratada. La falta de hidratación adecuada puede llevar a una disminución de los niveles de agua en la epidermis, resultando en una sensación áspera y tirante en la piel.

La deshidratación puede provocar la descamación de la piel, donde pequeñas escamas o pieles muertas pueden desprenderse de la superficie cutánea. Esto suele ser visible, especialmente después de la ducha o el lavado facial.

La sensación de tirantez es otro síntoma común de la piel deshidratada. La piel puede sentirse incómoda y apretada, lo que puede ser más notable después de exponerse al agua o a condiciones climáticas secas.

La falta de humedad puede desencadenar irritación en la piel, manifestándose como picazón. La piel deshidratada es más propensa a volverse sensible, lo que puede aumentar la susceptibilidad a la irritación y el rascado.

La deshidratación también puede contribuir al enrojecimiento de la piel. Esto se debe a la sensibilidad aumentada y a la incapacidad de la piel para retener la humedad de manera efectiva, lo que puede resultar en una apariencia más rojiza.

A largo plazo, la deshidratación crónica puede contribuir al desarrollo de líneas finas y arrugas. La pérdida de hidratación afecta la elasticidad de la piel, haciendo que sea más propensa a la formación de arrugas, especialmente en áreas donde la piel es más delgada, como alrededor de los ojos y la boca.

La piel deshidratada puede volverse más sensible a productos cosméticos y de cuidado de la piel. Pueden surgir reacciones adversas o irritaciones debido a la falta de la capa de hidratación protectora.

La deshidratación puede afectar la luminosidad natural de la piel, dando como resultado una apariencia opaca y sin brillo. La falta de agua puede hacer que la piel pierda su vitalidad y luminosidad.

La textura de la piel deshidratada puede cambiar, volviéndose áspera y menos suave al tacto. Esto se debe a la pérdida de la capa lipídica que mantiene la piel suave y flexible.

La piel deshidratada es más vulnerable a factores ambientales como el viento, el sol y el frío. La falta de hidratación adecuada puede hacer que la piel reaccione de manera más pronunciada a estas condiciones, exacerbando los síntomas.

SÍNTOMAS DE DESHIDRATACIÓN EN LA PIEL

Aunque ya lo hemos explicado brevemente, lo cierto es que nos resultará sumamente fácil reconocer un episodio de deshidratación en nuestra epidermis, en nuestra piel. En concreto, hablamos de los siguientes síntomas de la piel deshidratada:

Factores de deshidratación

Factores externos como el frío y el calor pueden reducir la humedad en invierno o verano debido a las altas temperaturas y la exposición prolongada a la luz solar. Esto hace que tu piel se deshidrate y por lo tanto luzca apagada, áspera y envejecida. Asimismo, con la edad, la piel se vuelve más delgada y frágil porque pierde colágeno y otros elementos de la matriz extracelular como el ácido hialurónico, que ayudan a retener el agua.

La principal causa de la deshidratación de la piel es una alteración de la función barrera de la piel, que puede ser de origen externo o que también se pueden deber a una alteración interna. Los siguientes factores pueden contribuir a este padecimiento:

Uno de los factores más evidentes es la falta de aplicación regular de cremas hidratantes. La piel requiere una capa externa de humedad para mantenerse suave y flexible, y la omisión de este paso en la rutina de cuidado de la piel puede llevar a la deshidratación.

La exposición a condiciones ambientales adversas puede desencadenar la deshidratación cutánea. El viento, el sol y el aire seco pueden eliminar la humedad de la piel, comprometiendo su barrera natural de hidratación.

El uso excesivo de jabones fuertes o productos de limpieza agresivos puede eliminar los aceites naturales de la piel, contribuyendo a su deshidratación. Es esencial elegir productos de limpieza suaves y evitar el lavado frecuente, especialmente con agua caliente.

Los cambios hormonales, como los experimentados durante la adolescencia, el embarazo o la menopausia, pueden afectar la hidratación de la piel. Las fluctuaciones hormonales pueden alterar la producción de aceites naturales, lo que contribuye a la sequedad cutánea.

Con el envejecimiento, la piel tiende a perder su capacidad para retener la humedad debido a la disminución de la producción de aceites naturales y la reducción de la función barrera. Esto hace que las personas mayores sean más propensas a la piel deshidratada y al desarrollo de arrugas.

La falta de nutrientes esenciales, como vitaminas y ácidos grasos omega-3, en la dieta puede afectar negativamente la salud de la piel. Estos elementos desempeñan un papel crucial en la retención de humedad y la función de la barrera de la piel.

La dermatitis atópica se define como un “defecto hereditario de la función de barrera”, en el que existe una disminución de la resistencia frente a irritantes y una susceptibilidad a sufrir asma, fiebre del heno y eczema. La piel eczematosa de los atópicos difiere de la piel sana, la pérdida transepidérmica de agua es superior y el grado de hidratación es menor. También se observa incremento del pH. Se ha demostrado incremento de espesor y disminución de la ecogenicidad cutánea en zonas enfermas. En las zonas de piel sana se detecta también un incremento de la pérdida de agua transepidérmica, disminución de la hidratación y una capacidad de retención de agua alterada. Las alteraciones de la función de barrera son más pronunciadas en áreas de eczema, mientras que el estado de hidratación de la epidermis y la permeabilidad al agua muestra una tendencia a la normalización en la fase silente de la enfermedad. Estos cambios y la desregulación inmunológica del atópico son responsables también de la hiperreactividad de su piel frente a estímulos irritantes.

En esta condición la pérdida transepidérmica de agua está incrementada entre 1 a 20 veces, dependiendo de la severidad de la lesión. Se observan también cambios dramáticos en la estructura lipídica del EC, lo que refleja tanta perturbación en el suministro de lípidos de los cuerpos lamelares durante la formación del EC y cambios generales en la composición lipídica. Estos cambios incluyen incremento de las ceramidas sin ácidos grasos hidroxi y esfingosina (Cer NS) y ceramidas con esfingosina 6-hidroxi-4 y esteres de ácidos grasos omega hidroxi ligados a ácido linoleico (Cer EOH) y disminución de las ceramidas con alfa hidroxiácidos grasos y esfingosina (CerAS). Junto a los niveles alterados de colesterol y ácidos grasos libres esta condición contribuye a una de los errores más características de la función del EC: la cohesión de los corneocitos y la descamación defectuosa. También se ha reportado que la composición de los lípidos covalentemente unidos difiere en el EC psoriático comparado con el EC sano. En la piel psoriática, la CerOH disminuye mientras que otros componentes tales como ácidos grasos y ácidos omegas hidroxi, particularmente el oleato y linolato covalentemente unidos, se incrementan. Como en la DA, la psoriasis está asociada con síntesis alterada de la filagrina lo que conduce a reducción en la capacidad de unir agua del EC1.

La exposición prolongada a ambientes con calefacción o aire acondicionado puede reducir la humedad del aire, lo que se traduce en una mayor evaporación del agua de la piel.

El estrés crónico puede afectar negativamente la salud de la piel, contribuyendo a la deshidratación. El estrés puede desencadenar respuestas fisiológicas que afectan la producción de aceites naturales y la función barrera de la piel.

Reconocer y abordar estos factores es esencial para mantener la hidratación cutánea y prevenir la piel deshidratada. Una combinación de cuidado externo e interno, junto con la atención a los factores ambientales y hormonales, puede ser clave para preservar la salud de la piel.

Diferencias entre una piel seca y una piel deshidratada

Así es, una piel deshidratada y una piel seca no es lo mismo. La principal diferencia es que la piel seca es un tipo de piel que presenta determinadas características comunes, y viene determinada por la genética y otros factores que no podemos cambiar.

La piel deshidratada, por su lado, es un estado temporal. La falta de agua en el organismo, poca humedad en el ambiente y otros factores que ya hemos mencionado antes, pueden provocar que una piel esté temporalmente deshidratada. No depende del tipo de piel que tengas, si notas que tu piel está deshidratada, debes intensificar la hidratación.

La piel seca se debe habitualmente a un tema genético y se caracteriza por falta de lípidos (grasas), mientras que la piel deshidratada se debe a una falta de agua.

Si tienes piel seca, simplemente debes adaptar tu rutina diaria a este tipo de piel que puede necesitar hidratación más intensa.

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